Miradnos. Somos la luz de nuestra propia sombra, el reflejo de la carne que nos ha acompañado, la fuerza que impulsa a las olas más minúsculas.
Somos el azar de lo oportuno, la paz que termina con las guerras ajenas, dos rodillas arañadas que resisten con valentía.
Miradnos. Decidimos cambiar la dirección del puño porque nosotras no nos defendemos: nosotras luchamos.
Miradnos. Somos, también, dolor, somos miedo, somos un tropiezo fruto de la zancadilla de otro que pretende marcar un camino que no existe. Somos, también, una espalda torcida, una mirada maltratada, una piel obligada, pero la misma mano que alzamos abre todas las puertas, la misma boca con la que negamos hace que el mundo avance, y somos las únicas capaces de enseñar a un pájaro a volar.
Miradnos. Somos música, inabarcables, invencibles, incontenibles, inhabitables, luz en un lugar que aún no es capaz de abarcarnos, vencernos, contenernos, habitarnos, porque la belleza siempre cegó los ojos de aquel que no sabía mirar.
Nuestro animal es una bestia indomable que dormía tranquila hasta que decidisteis abrirle los ojos con vuestros palos, con vuestros insultos, con este desprecio que, oídnos: no aceptamos.
Miradnos. Porque yo lo he visto en nuestros ojos, lo he visto cuando nos reconocemos humanas en esta selva que no siempre nos comprende pero que hemos conquistado.
He visto en nosotras la armonía de la vida y de la muerte, la quietud del cielo y del suelo, la unión del comienzo y del fin, el fuego de la nieve y la madera, la libertad del sí y el no, el valor de quien llega y quien se va, el don de quien puede y lo consigue.
Miradnos, y nunca olvidéis que el universo y la luz salen de nuestras piernas.
Porque un mundo sin mujeres no es más que un mundo vacío y a oscuras. Y nosotras estamos aquí para despertaros y encender la mecha.
— Elvira Sastre —